El lunes pasado os contaba que las vacaciones con los niños son de todo menos relajantes. Me había reservado para hoy los pocos días que incluyeron la palabra descanso, aunque llamar vacaciones a un fin de semana no se ajusta demasiado a la realidad. Digamos que, dentro del período vacacional, hicimos una escapada de pareja. Era un plan que no hacíamos desde que nació Alfonso, hace casi tres años. La verdad es que, de vez en cuando, viene bien una sobredosis de romanticismo 😉
Para mí fue más difícil separarme de los niños por una sencilla razón: me encargo de ellos a diario, así que no estoy acostumbrada a delegar en nadie. Os podéis imaginar que el momento en el que vi a Rafa en brazos de mi suegra a través del cristal trasero del coche fue un poco “dramático”. Que nadie se asuste porque no me puse a llorar, simplemente pensaba ¿estarán bien sin mí?
En Cadaqués (Gerona). Como mis suegros veranean en Tarragona, la escapada no fue muy lejos.
¡Y vaya que si estuvieron bien! Los bebés, aunque nos pese, no nos echan demasiado en falta si están bien atendidos, y los niños más mayores tampoco nos extrañan si están acompañados de alguien que sea capaz de entretenerles, como hizo mi cuñado. ¡Manda narices, con la de energía y tiempo que les dedico! Aunque no puedo enfadarme por ello, recuerdo que, cuando era pequeña y mis padres viajaban, me encantaba pasar unos días en casa de mis abuelos y “distanciarme” de las tres fieras de mis hermanos. Era muy relajante.
En cuanto a mí, para mi sorpresa, fui capaz de desconectar más de lo que imaginaba y sobre todo, descansé. A la playa sólo llevábamos toallas y cremas, nada más, ¡no recordaba esa sensación tan cómoda! Y por fin pude tomar el sol ¡tumbada! Pudimos comer y cenar en sitios donde hubiéramos tenido problemas para colocar la sillita de Rafa y donde el café hubiera sido un momento completamente estresante con Alfonso al estar situados cerca del mar.
En Cala de Agua Brava (Gerona). Y ya de paso, no os recomiendo el restaurante Marivent, vistas maravillosas pero el pescado fue una tomadura de pelo. Esa fue la única pega de nuestras mini-vacaciones sin niños.
Eso sí, a la vuelta estaba deseando darles un achuchón. Hubiera sido capaz de estar uno o dos días más sin ellos, pero creo que de ahí no paso. Por ahora, en cuanto sean más independientes, serán ellos los que estarán encantados de que les dejemos “respirar” unos días. Tiempo al tiempo.
2 Comentarios
ana
22 agosto, 2013 at 7:51 amq guay!!!buento ante todo bienvenida!!!
yo no tengo niños, pero soy de las q piensa q tiene q sentar genial!!!
carmendegijon
22 agosto, 2013 at 8:04 amgracias!! pues sí, creo que de vez en cuando es necesario… aunque conozco madres que no son capaces de separarse de los niños ni unas horas, y eso no creo que sea bueno. un beso
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