De pequeña, algunos me llamaban “cuatro pelos” y, aunque os parezca increíble, la primera vez que una tijera pasó por mi cabeza fue a los cuatro años. Con esos datos, ¿a quién le extraña que a mi hijo Alfonso le hayamos cortado el pelo por primera vez a un mes y pico de cumplir tres años? Una de las cosas que cada vez tengo más claras es que la genética marca, para bien y para mal. Y si no, fijaos en los padres de vuestros maridos y sabréis cómo estarán dentro de unos años 😉
A la derecha, cuando tenía dos años. Ésa era toda mi melena por entonces.
Mi hijo Alfonso es, en lo físico, una especie de mini-yo; mis primas optaron por llamarle Carmencito. Y claro, si yo tenía cuatro pelos de niña, el crío no iba ser menos al tratarse de mi pequeño clon en masculino (y mejorado, por supuesto). Así que poco pelo al nacer, prácticamente calvo al cumplir un año y poco más al cumplir dos. De todas maneras, he de decir que me encantan los bebés con poco cabello o calvetes.
Alfonso, el verano pasado, con casi dos años. Ése era todo su pelo.
Como siempre sucede con las cosas de los niños, hay que oír comentarios de todo tipo. No sé las veces que he escuchado lo de “córtale el pelo porque fortalece”. Vamos a ver, ¿cómo un corte de pelo va a hacerlo más fuerte? En todo caso, lo saneará. En fin, mi madre también tuvo que escuchar algo así en su momento y decidió que no había prisa. Creo que acertó porque, otra cosa no, pero la melena la tengo sana. Y oye, sin una cana a mis 31 años, lo que me supone un ahorro importante en peluquería.
En cuanto a Alfonso, su padre decidió que, con el calor de Tarragona, las vacaciones eran el momento adecuado para meter “tijera”. Y se puso manos a la obra, aunque la verdad es que el crío tampoco ha cambiado mucho. En fin, que siempre recordaré lo pelón que ha sido Alfonso. Rafa, como ya no es mi clon, lleva otro camino.
Alfonso, este verano, antes del corte de pelo.
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